martes, 26 de junio de 2012

EL ATRACO DE ZAPATERO, 2

Hace dos años escribí la primera parte de este articulito(www.manolorramirez.blogspot.com.es, 26/07/2010), y al paso que vamos no descarto una futura continuación. El caso es que uno tenía la esperanza de que el estallido de la burbuja inmobiliaria, que enriqueció ilícitamente en igual medida a promotores sin escrúpulos, a banqueros sin vergüeza y a políticos ávidos de votos cautivos, limpiara toda aquella basura. Y ha sucedido así en los dos primeros casos: los promotores sin escrúpulos se han quedado sin ladrillos y sin billetes de quinientos, que curiosamente tienen el mismo tamaño y color; y los banqueros han terminado con sus vergüenzas al aire, teniendo que pedirnos un rescate porque han acabado ahogándose en su propia avaricia, por mucho que algunos que merecen el calificativo de sinvergüenzas se hayan llevado calentito jubilaciones millonarias para más inri. Pero con el tercer grupo, con la llamada clase política, parece que no hay quien pueda. Un amigo brasileño me decía no hace mucho que el parlamento de allí, constituido en su mayoría por grandes terratenientes ganaderos, legislaba en beneficio de sus negocios. Y yo me resistía a pensar que aquí vivíamos también en una república bananera. Muchos años antes mantenía animadas discusiones con un pariente, que se había curtido en la última etapa franquista, sobre las ventajas de la democracia frente a su defensa del llamado por él, y por quienes lo vivieron a gusto, régimen anterior. Pues bien, aunque felizmente ya no mantengo aquellas discusiones con mi pariente, sigo con el mismo convencimiento defendiendo la democracia frente a cualquier dictadura. Creo que la libertad frente al totalitarismo merece todos los esfuerzos, incluido, por ejemplo, soportar injusticias como que algunos accedan a un empleo público por enchufe y no por mérito y capacidad, como dice la ley. Pero no me ocurre igual en el caso del interés de los políticos antes por lo suyo que por lo público. Mi amigo brasileño tenía razón: aquí y en Pernambuco, es decir, en los lugares más pobres de cultura y formación, los políticos gobiernan antes para ellos y sus intereses que pensando en el interés público. Y el pueblo inculto los comprende, porque si estuvieran en su lugar harían lo mismo. ¿Cómo se explica si no que el Gobierno de la Junta de Andalucía se reduzca un 7,5% en su sueldo y en el de otros altos cargos un 6% y al mismo tiempo reduzca un 5% a profesores universitarios o a médicos y con los maestros de escuela e instituto se despache quitándoles las dos pagas extras anuales? Al final, estos políticos de tres al cuarto de la Junta de Andalucía van a hacer bueno a Zapatero, porque este le redujo a los políticos de alto nivel (el nivel en política saben ustedes que se mide por el sueldo) un 15% frente al 5% a los funcionarios. Estos de Andalucía engañan a los funcionarios andaluces el doble con su 7,5%, o sea, que quizá no sepan ni hallar el tanto por ciento a una cifra. ¿O es que es justo reducir el 7,5% a sueldos de 60, 70 u 80 mil euros anuales y reducir el 5% el sueldo de 30 o 40 mil euros de los funcionarios que, además, no han tenido vela en el entierro en esta crisis? Definitivamente, mi querido amigo, tienes toda la razón del mundo: seguimos gobernados por grandes terratenientes de ganado que legislan para mantener su rebaño de prebendas en forma de coche oficial, dietas y otras minucias, que visten el disfraz hipócrita de pastores que velan por sus ovejas. Y luego está la envidia, el pecado de los analfabetos, que les lleva a pensar: ¿y para qué merecen pagas extras los maestros con las vacaciones que tienen y lo poco que trabajan? En cualquier caso, existe el campo de las ideas, abonado por el aprendizaje, en donde ni siquiera los políticos pueden aplicar los recortes a su medida. La labor es lenta y, a veces, penosa, pero la convicción es clara: solo la formación de las nuevas generaciones hará nuestra sociedad más justa y alumbrará políticos que sean más justos en el desempeño de su función pública. Y en esta labor lenta y, a veces penosa, los maestros tenemos mucho que decir, también ahora con un esfuerzo extra.