miércoles, 30 de mayo de 2012

Nos han robado las gallinas

En este país de incultos y, por tanto, de dueños de lo ajeno, un día te levantas con la noticia de que te roban de tu nómina y al otro te encuentras el gallinero vacío cuando vas a recoger tus huevos y a alimentar a tus gallinas. En este sentido no hemos avanzado nada desde el Siglo de Oro, que es una forma pomposa de llamar a la época en que nació la picaresca como forma de vida del pueblo para salvarse de los desmanes de los mandamases. El pueblo no quiere ser menos que sus representantes y roba lo que puede como puede, aunque sea apenas media docena de gallinas, y ya quisiera para sí disponer del cajón de los políticos o de la caja fuerte de los banqueros. Confieso que en el camino desde el campo hasta mi casa se me pasó por la cabeza ir a la Guardia Civil a poner una denuncia, pero me dio tiempo a pensar y lo descarté: imaginé la sonrisa picarona del funcionario de turno y, más aún, la organización de una batida por tierra, mar y aire para cazar al pobre ladrón como en tiempos del Lute. Lo siento, María: entre los perros abandonados que se comen nuestros pollos y los pobres de solemnidad que se llevan nuestras gallinas, no soy capaz de montarte una granja en condiciones. Pero no pierdas la esperanza, que en este país nuestro de pícaros, quien resiste, gana. Así que construiremos un gallinero a prueba de bombas y volveremos a empezar de nuevo nuestro sueño. Te lo prometo, amor.

martes, 15 de mayo de 2012

La Romería del fuego

Esta Romería no se han podido ver las fogatas nocturnas en la zona de los chozos, puesto que hemos sufrido el azote de una ola de calor como jamás he visto en mi vida en el mes de mayo. Quizá por eso, he conseguido superar el dilema que venía sufriendo desde que se produjeron los cambios en la Romería y que no acababa de asimilar: la Romería actual está diseñada para vivirla durante la noche o mejor en plural, porque son dos. Seguramente me estaré haciendo viejo, sobre todo, tras la llegada de Miguel, que aprende ya a ser un romero que le dice "apa" a la Bella; digo que me estaré haciendo viejo, porque me resistía a digerir el cambio radical que ha sufrido la Romería que conocí en mi juventud. Sea como fuere, siempre nos quedará, como sucede cuando el pasado se agranda por la experiencia de los años, la añoranza de aquellas tardes de sábados de mil colores; de aquella larga madrugada en un pueblo ambientado de romería esperando las primeras claras del día para iniciar el camino; del medio día del domingo en un recinto repleto de romeros leperos y forasteros que se alargaba hasta bien entrada la madrugada en medio del rosario y de los fuegos de artificio; y de la mañana familiar del lunes, cuando te tomabas el café y la copa de aguardiente en pijamas en la puerta de tu casa, antes de hacer las últimas visitas a tus conocidos y prepararlo todo para el camino de vuelta. Lo confieso, me estoy haciendo viejo. Aunque me consuela saber que la vejez aún no se considera pecado.