miércoles, 5 de enero de 2011

TÁNGER

Por fin, después de varios años pensándolo, hemos "bajado al moro", como en la obrita homónima de Luis Martín Santos. La travesía por el Estrecho fue buena con leve viento de levante que apenas movía las azules aguas océano-mediterráneas. En el puerto de Tánger nos esperaba Mohamed con un folio que nombraba en letras mayúsculas a un tal SR. MANUEL RAMÍREZ ORIA. Subimos a su furgón Nissan propiedad de www.nortafrica.com y nos condujo al cercano hotel Continental de indudable planta musulmana, cuyos patios interiores nos recuerdan a la Alhambra.
La habitación 213 olía a ceniza porque contenía una pequeña chimenea y porque junto a la ventana otra soltaba humo de leña. A mi amor no le gustó el ambiente y en la recepción, el hombre mayor con indudables rasgos coloniales y en perfecto español, me la trocó por la 227, que era de planta nueva y con calefacción eléctrica.
Tras la ducha de rigor, salimos a la medina en dirección al zoco, pero el laberinto de callejuelas y la oscuridad de la noche tangerina hacía imposible la empresa si no es por un amable señor que nos condujo hasta la calle principal que sube atestada de gente hasta la Plaza 9 de Avril.
Allí paramos en el Cinema Rif, de inequívoca planta española como tantos edificios de la antigua colonia, donde tomamos té y café acompañados de una porción de tarta de melocotón. Aprovechamos para volver a euros 1.000 dinares en una de las múltiples oficinas de cambio, que había sacado de más en el cajero por un mal cálculo. De vuelta al zoco descubrimos el Café Centrale donde cenamos panini y crepé con cerveza sin alcohol por aquello de la religión. En el Centrale recalamos varias veces, además de por la simpatía de los camareros por su buena comidad y barata. En lugares desconocidos bien vale repetir si se acierta a la primera. Juani se enamoró del camarero, de porte de actor del Hollywood de los cincuenta, del cercano café Fingis en cuyo rótulo aparecía "desalluno" en lógica traducción andaluza.
En el Continental yacimos amorosamente hasta la llamada matutina a la oración. Recorrimos el paseo marítimo hasta la Estación del Ferrocarril y por 6€ nos plantamos en Assilah en un tren recién estrenado. Recorrimos su recinto amurallado por los portugueses en el siglo XVI y comimos en uno de sus múltiples restaurantes turísticos, donde nos sirvieron junto al cuscús varias cervezas con alcohol a escondidas y a precio de París. De vuelta a Tanger tomamos un taxi que nos llevó por 50 dh a las mismas puertas del hotel.
El último día subiendo a la fortaleza nos topamos con un lindo adolescente que nos acompañó por aquella parte de la medina durante toda la mañana y nos enseñó rincones que hubiesen pasado inadvertidos para viajeros noveles en aquellos lugares como nosotros. No obstante pudimos regatear el precio de unos regalos en uno de los innumerables bazares gracias a la simpatía de su vendedor.
Ya solo quedaba recoger las maletas, tomar el barco, montar al coche que nos esperaba en Tarifa y estar de regreso en casa, donde encontramos a hijos y nieto más mayores y contentos por el reencuentro.